30/7/14

El cuento del enanito felón

el villano arrinconado, chistes, humor, satira, pujol





Érase una vez un enanito muy concienciado con la región que le vio nacer, pero no crecer. Venía de una familia de posibles, muy religiosa, muy burguesa, muy democrática y muy enraizada. El país entero vivía entonces bajo el mandato de un Ogro feroz que devoraba sin distinción de genero a los enanitos respondones. 

Como era muy listo y tenían dineritos, sus padres le enviaron a estudiar. Se convirtió en médico y hasta inventó una pomada para enanitos con problemas en la piel. Pero nuestro protagonista no se conformaba fácilmente, quería destacar en un país de enanos, ogros y orcos...


Gracias a los posibles de su familia y al invento de la pomada, se permitió el lujo de estar todos los días incordiando al Ogro, protestando, pataleando y lloriqueando. Corría como un demonio por la calles gritando libertad en su idioma vernáculo, haciendo perrerías y organizando boicoteos. Al final, junto a otros enanitos recalcitrantes y aviesos, organizó un gran alboroto. Tan grande fue el altercado que el Ogro le metió en un calabozo oscuro y le zurro bien la badana.

Ese fue el punto de inflexión de nuestro personaje en cuestión. En la cárcel se hizo varios juramentos así mismo: fundar un partido político, luchar por la libertad de todos lo enanitos en general y por los que vivían en su tierra en particular y sobre todo ser más rico que sus bien amados padres, no pasar hambre ni penurias, dejar bien situados a sus futuros vástagos, hacer política con la diestra y dinero con la siniestra.

Y sus sueños comenzaron a realizarse. Fue directivo de un banco y fundó un partido político con el muy loable objetivo de “Construir un país”. Al mismo tiempo el Ogro agonizaba y los orcos que le apoyaban no podían detener la marea de enanitos respondones que gritaban libertad y democracia, en las diferentes lenguas vernáculas de tan curioso país.

Al final el Ogro feroz murió y muchos orcos se convirtieron en enanitos democráticos sin saber bien como. Nuestro inventor de pomada gobernó su región con el partido de su invención y tan bien lo hizo con la mano diestra, que los enanitos le votaron durante muchos años y con respeto comenzaron a llamarle “Honorable”, por sus virtudes y notoria honradez.

Y mientras tanto, la mano siniestra del honorable enanito no dejaba de hacer dinero y untar pomada a diestro y siniestro. Sus riquezas crecían, al país del queso y chocolate viajaban y en el suyo no se quedaban.

Siete enanitos tuvo nuestro protagonistas. Ellos no tuvieron que trabajar duro en la mina, ni ayudar a Blancanieves, ni hacer pelota a Príncipe alguno para vivir bien. Su padre ya se había encargado de ello, les había enseñado a prosperar con la siniestra y gobernar con la diestra. Para evitar disgustos ­–por si volvían los ogros o los tiempos de penuria– su mayor fortuna estaba a salvo en el país del queso y chocolate.

Con el paso del tiempo nuestro enanito se fue haciendo viejo, dejó la política y se retiro a disfrutar de un bien merecido descanso. Fue aplaudido, cubierto de honores, loado y ensalzado. En estos disfrutes andaba con su numerosa prole, cuando el Dios de los Enanitos y el Hada del Infortunio decidieron castigarle por presumir de ser honrado sin serlo, por practicar la doble moral, por aprovechar su posición de poder y por evadir riqueza propia a un país con otra lengua y costumbres.

Los enanitos de la región en general y de su partido en particular se quedaron perplejos… el enanito honorable se había convertido en un gigante felón. Por todo el país se extendió el desánimo y la depresión, los enanitos lloraban de rabia y gritaban –en sus diferentes lenguas vernáculas– que estaban hartos de políticos corruptos, de la crisis, de los recortes y de seguir siendo enanos sin motivo aparente.

Tanto gritaron y tan fuerte lo hicieron que todo el país enronqueció y mudo quedo. Las lenguas vernáculas dejaron de tener utilidad y el país tuvo que aprender el lenguaje común de los signos… con peculiaridades según región.

Y así, tontamente, el Enano Supremo castigo al enano felón y dio una lección al resto de los enanos por crédulos, por no crecen moralmente y por votar sin pensar. Y colorín colorado, el cuento de los enanos se ha terminado.



Moraleja: si quieres crecer moralmente, cuando llegues al poder detente.

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